Hace casi dos meses que no escribo pero es que se me acumula los asuntos. Trabajo, casa, montaje de bodas (gracias Edu) y algún que otro torneo de los que hablaré en las siguientes entradas, apenas me dejan tiempo para el blog.
En esta segunda entrada sobre el triángulo dalidiano voy a escribir sobre el Castillo de Púbol.
El castillo está situado en la localidad que le da nombre. Está lejos de Figueres y Portlligat y tal vez por esta razón me dio la sensación de que al alejarnos físicamente perdíamos la atmosfera dalidiana que vivíamos cuando visitamos los otros dos museos.
Al llegar no llovía por lo que pudimos entrar en el castillo admirando la zona en la que está ubicado. Al igual que en la entrada sobre Portlligat no voy a hablar detalladamente del museo y si de las impresiones y sensaciones que me transmitió. Para saber más sobre el castillo hay que visitarlo y contribuir económicamente al mantenimiento de la Fundación, es decir, pagar.
La primera sala una vez atravesado el patio y subido las escaleras es un gran salón adornado con varios objetos típicos de Dalí, entre ellos un famoso sillón flanqueado por dos leones. Hay que decir que así como la casa de Portlligat resulta cálida y familiar el castillo transmite frialdad. Este salón del que estoy hablando es enorme y bastante desnudo para lo que el pintor nos tiene acostumbrado. Hay que decir que el castillo no era de Dalí si no que es un regalo que este le hizo a su mujer. Gala siempre quiso tener un castillo y al igual que otros caprichos Dalí accedió a complacerla. Recordaré la fotografía de Gala en la que Dalí le pinta en la frente la frase “Tête á Château” (una cabeza como un castillo) debido a su obsesión por poseer uno. Quizá esta es la razón de que el castillo parezca frio y no me transmitiera calidez.
Después de ver los dormitorios de Dalí y Gala (cada uno tenía el suyo) destacaré la situación de la bañera del dormitorio de Gala. Encastrada en una pared tiene una forma muy curiosa y resulta realmente bonita.
Para no alargarme destaco también el otro salón en el cual lo más destacable es el cuadro de grandes dimensiones y que apenas se puede ver con detalle ya que entre el cristal por el que está protegido y la poca distancia que puedes tomar para verlo se hace difícil observarlo con tranquilidad. O si no que se lo preguntes a algún visitante que casi se estampa contra los muebles (jeje). Por último no dejéis de visitar el Cadillac que está en la cochera. También es muy relajante pasear por el jardín y ver los elefantes-fuente diseñados por Dalí y con una altura considerable (y que nosotros no vimos tranquilamente ya que ahí sí que estaba diluviando).
Un saludo.
Veo que te has puesto manos a la obra de nuevo, me alegro ya echaba yo de menos que publicases.
ResponderEliminarCon estas entradas y alguna cosa más que ya verás (y disfrutarás, espero), vuelvo a revivir las visitas dalinianas, incluidos los riesgos físicos por ver el completo "el camino de Pubol" que debería mejor llamarse "La imposibilidad de observar el camino de Pubol sin el riesgo de acabar a grupas de un caballo através de una mesa", apagones y prestamos de paraguas a las "no documentadas" vigilantes del castillo.
Aunque estoy de cauerdo en que la atmósfera era diferente en el castillo hay ciertas zonas que la mantienen, los juegos de espejos, el pequeño rincon-estudio, el jardín o el baño de Gala perfecto para el voyerismo.
Antes de terminar: De Nada o mejor Ha sido un placer (por si se enteran los dos que ambos conocemos y que tienen una extraña teoría sobre dar las gracias y como responder)