Surrealismo puro en el museo. Huevos alrededor del tejado, panes en la fachada, figuras doradas en varias posiciones y una obra formada por un cabezudo una televisión y huevos...siempre huevos. Esta es la carta de presentación del museo.
Fue el primero que visitamos y por ello los sentimientos y emociones eran fuertes y novedosos. En el hall de entada se puede empezar a observar el mundo dalidiano que el pintor puso en escena. Carteles de exposiciones a montones lo cubren. Cuando entras en el patio el “Cadillac lluvioso” obra del artista, preside el centro acompañado por una estatua de mujer de proporciones propias de las obras de Dalí. Es como estar en un patio que está situado dentro de su cabeza. Tienes la sensación de que todo lo que hay ahí está por algo y transmite algo, aunque a veces no sepas qué. En el interior el decorado de la película “Laberinto”, otras obras curiosas y el cuadro de Abraham Lincoln famoso por su doble composición. Al igual que hice en las otras dos entradas no voy a describir el museo sino mi visión personal. También destaca la colección de joyas diseñadas por Dalí. Hay diseños realmente bonitos y por supuesto originales.
Del museo me quedo con dos cosas; la sala de los tesoros en la que puedes ver obras muy conocidas del pintor, entre otras sorprende las diminutas dimensiones de “El espectro del sex-appel”. La otra, la tumba de Salvador Dalí i Domènech, emocionante y triste para que nos vamos a engañar, parece cercano el 23 de enero del 89. “…cuando se es un genio no tenemos derecho a morirnos”