Esta es la primera de las entradas sobre el llamado triángulo dalidiano que está formado por el Teatro Museo de Figueres, Portlligat y Púbol.
En esta entrada hablaré de mi experiencia en Portlligat aunque cronológicamente no fue la primera, para mí si fue la más emocionante.
Después de llegar a Cadaqués y superar las montañas por las largas carreteras de la zona, llegamos a Portlligat. Es un pequeño pueblo que en días soleados tiene que brillar pero que ese día nublado parecía uno más de la costa mediterránea. Imaginaba como, en los días soleados, brillarían las casas y en especial la de Dalí.
La primera impresión es de desorientación ya que la estructura de la casa es laberíntica con muchas salas a distinto nivel y escaleras en varias estancias.
La primera barraca de pescadores que Dalí compró le costó 20.000 francos. Me parece mucho dinero en los años veinte pero así consta en la guía. Esta primera barraca es actualmente la habitación del oso o recibidor. Después accedimos al comedor y a continuación a la biblioteca. Cabe destacar de estas habitaciones que en todas ellas hay multitud de objetos decorativos personales de Dalí y Gala y a cual más raro y sorprendente. En la biblioteca, por ejemplo, estaban disecados los tres cisnes que Dalí tenía y a los cuales les ponía por las noches unas lámparas eléctricas a modo de cascos para que iluminasen cuando fuera de noche.
No voy a describir la visita sala por sala ya que sería un aburrimiento pero sí que voy a comentar lo que más me gustó y dónde podemos sentir más emoción los admiradores del pintor.
En el dormitorio que es espacioso, luminoso y muy curioso hay un espejo ladeado con el que Dalí veía amanecer desde la cama. En esta estancia era donde estaba situado el cuadro “Leda Atómica”.
La emoción llega sobre todo cuando visitamos el taller. Es una cuestión personal pero para mí es el centro de la casa. En una pequeña habitación puedes ver todos los frascos de óleo y todos los instrumentos que utilizaba para pintar. Todavía hay dos cuadros que no terminó e impresiona la estructura gigantesca que utilizaba para pintar los cuadros de gran tamaño. Hay paletas, tubos de óleo, pinceles, espátulas y decenas (sino cientos) de frascos de cristal con pintura acrilica, todo parece que está ahí esperando a que llegue el genio.
Otros espacios que me llaman la atención son los patios donde Dalí grabó tantas representaciones “teatrales”. En uno de ellos hay dos grandes tazas que hacen las veces de jardineras.
En definitiva lo dejo aquí ya que no voy a estar todo el día (aunque podría) contando la visita. Simplemente lo que siempre os digo de las exposiciones. SI PODÉIS, ID A VERLA. Tanto si os gusta Dalí como si no, merece la pena.